¡Fotografía! Siempre había sido parte de mi vida, pero nunca lo había llevado más allá de un hobby. No fue hasta finales de 2014, tras el impacto de la prematura muerte de mi madre, que volví a visitarlo. Lo profundicé usándolo casi como terapia psicológica, y descubrí la sensación de haberme topado con algo excepcional. Había encontrado por accidente, una forma apasionante de asombrarme con las cosas más obvias, comprenderlas y verlas desde un punto de vista completamente diferente.
A mediados de 2015 comencé las lecciones de fotografía digital en El Faro de Oriente con mi maestro Arturo Fuentes Franco. A finales de año, viendo el trabajo que estaba produciendo, me animó y me introdujo en la fotografía tradicional. Los llamados procesos fotográficos alternativos, hoy obsoletos y en gran parte sustituidos por procesos digitales.
Decidí abandonar la fotografía digital por completo y recuperar esos métodos tradicionales a principios de 2017. No tardé en darme cuenta de que tienen mayor plasticidad, más volumen y más profundidad que las técnicas digitales. Con métodos tradicionales, la fotografía produce su propio lenguaje. Para mí, trabajar con fotografía analógica tiene sentido dentro del discurso fotográfico, tiene su propia identidad. Demasiadas personas me preguntan: ¿Por qué utilizar una técnica que se ha vuelto obsoleta? Dije que no, que no está obsoleto, es solo una herramienta que ya no se usa.
En 2017, mi estilo de vida cambió por completo con la llegada de mi participación en exposiciones y todo lo que eso conllevó. En consecuencia, ahora me dedico por completo a la fotografía.